viernes, 18 de septiembre de 2009

Turismo enológico en la Ribera del Duero

Lo tenemos tan cerca, es tan próximo social y culturalmente, bebemos sus vinos con tanta asiduidad que probablemente muy pocas personas se habrán planteado organizar un viaje recorriendo la Ribera del Duero con criterios enoturísticos. Es decir, visitando bodegas y museos, catando vinos, recorriendo viñedos, contemplando los paisajes vitivinícolas, disfrutando, en definitiva, de un territorio que se ha convertido, en 25 años, en la “Milla de Oro del Duero”. Aunque este apelativo sólo lo reciba su corazón vallisoletano de origen, Valbuena de Duero-Pesquera de Duero-Peñafiel, los pueblos en los que se encontraban las bodegas que prestigiaron la Ribera Duero y la dieron nombre (nunca mejor dicho porque era una marca propiedad de Protos). Pero con el añadido, fuera de la Denominación de Origen, de Sardón de Duero y Tudela de Duero. Porque Ribera del Duero la crearon los prestigiosos vinos de Valladolid que, ya en 1982, tenían una larga trayectoria: Vega-Sicilia, Protos y Tinto Pesquera. Los dos últimos creados por Teófilo Reyes que, con Mariano García, enólogo de Vega-Sicilia por entonces y creador de Mauro, se constituyeron en los auténticos padres enológicos de la Ribera del Duero. Sus vinos los imitaron después todos los demás. Hoy casi nadie lo recuerda y otros muchos se cuelgan medallas. Afortunadamente el Museo del Vino del Castillo de Peñafiel lo reconoce: allí están Teófilo, Mariano y nadie más.

Es indudable que el emblema museístico enológico de la Ribera es el castillo de Peñafiel, no sólo por sus contenidos, sus actividades y oferta cultural enológica, sino también por su belleza de barco varado sobre una ladera cerrateña, con una panorámica del territorio vitivinícola excepcional y de las bodegas de su entorno. Con la nueva bodega de Protos, diseñada por Richard Rogers, a sus pies, en el propio casco urbano de Peñafiel. Con la bella panorámica de la bodega Pago de Carraovejas construida sobre una blanquera cerrateña rodeada en el breve valle por sus viñedos.

Pero empecemos por el principio. La Ribera del Duero es una franja territorial de 115 km de larga por 35 km de ancha, atravesada longitudinalmente y como una línea central por la carretera N-122, que discurre paralela al río Duero desde Quintanilla de Onésimo hasta San Esteban de Gormaz, pasando por sus municipios de atracción prioritaria de Peñafiel y Aranda de Duero. Carretera cuya necesaria transformación en autovía (la Autovía del Duero) está en serio litigio porque el trazado elegido por el Ministerio se lleva por delante viñedos emblemáticos, en particular de Abadía Retuerta y Vega-Sicilia. Un territorio demasiado extenso para recorrerlo en un solo viaje. Al menos se distinguen tres rutas principales: La Ribera Baja del Duero, la Milla de Oro de los vinos de Valladolid y el Corazón de la Ribera; La Ribera Media del Duero y Centro de la Ribera Burgalesa y La Ribera Alta del Duero en su extremo este burgalés-soriano. Es esta tercera ruta la de menor concentración de viñedos y bodegas y la zona con menos interés enológico y turístico. Así es que, como es necesario elegir, nos concentramos en las otras dos zonas.

La Ribera Burgalesa tiene su capital en Aranda de Duero y su centro logístico en Roa de Duero, porque allí se sitúa el Consejo Regulador de la D.O. La tradicional atracción gastronómica de Aranda, cuna de los asados de lechazo churro y de una hostelería de calidad comprometida absolutamente con el territorio (en todos sus bares y restaurantes sólo se beben vinos de la Ribera Burgalesa: lo resalto para que tomen ejemplo los hosteleros palentinos con los vinos de Palencia), posee templos del buen comer como el Mesón de La Villa, que aún regenta la gran cocinera Seri, a pesar de la reciente muerte en accidente de tráfico de su Eugenio, que aportaba la necesaria parafernalia de bigotazos y collarón de maestro asador. Mucho más humilde pero no menos excepcional cocinero es Fermín Salinero, que trajo de Francia una maestría que derrocha en su Chef Fermín, alejado del centro que, en Aranda, es la calle Isilla. Allí se encuentra el Lagar de Isilla un bar-restaurante con bodega subterránea y buenos vinos propios embotellados con su marca, lo que no es obstáculo para que ofrezca en barra unos cincuenta vinos, todos de la Ribera (ni un Rioja), incluyendo crianzas y reservas que pueden consumirse por copas y que mantiene abiertos utilizando un equipo de vacío. Sencillamente admirable y envidiable, para todos los que no queremos beber siempre las mismas marcas y ya estamos acostumbrados a elegir entre poco y, con frecuencia, malo y ajeno.

La N-I, hoy autovía A-1 Burgos-Madrid, atraviesa transversalmente el territorio por Aranda de Duero y junto a ambas (ciudad y autovía) se sitúa la Finca Torremilanos que da nombre a unos excelentes vinos, a un hotel de 20 habitaciones y a un restaurante situados en un precioso “chateau” rodeado por viñedos. La familia Peñalba López fue pionera en su apuesta por el enoturismo y también en la elaboración de vinos espumosos, del único cava auténtico de Castilla y León.

La carretera de los palentinos que viven al norte de Madrid, la C-619, conecta con la A-1 en Aranda y cruza diagonalmente la Ribera por Villalba, La Ventosilla (Gumiel del Mercado), La Horra y Olmedillo de Roa, municipios con una concentración continua de viñedos y numerosas bodegas de la Ribera Burgalesa. En la finca modelo agrario desde el siglo XIX, el Real Sitio de La Ventosilla, pionera en técnicas y producciones, se sitúa la mayor superficie de viñedo continuo de Castilla y León: 575 hectáreas. Con él se elaboran los Prado Rey, uno de los “riberas” más bebidos en Palencia. Su oferta enoturística y cinegética (posee un criadero de perdiz roja) se concreta en la Posada de Ventosilla, ubicada en la casa solariega de la finca. En Roa de Duero los palentinos Miguel Santos y Miguel Seco, propietarios de Telestan y de Páramo de Guzmán (quesos y vinos) han decidido apostar por el enoturismo y actualmente construyen un hotel. En Anguix, otros palentinos, José Luis y Pedro Gallego, propietarios de Ingaher y de la bodega Campos Góticos, producen vinos ecológicos y también tienen previsto invertir en una oferta turística.

Pero el territorio deslumbrante, donde se sitúa la mayor concentración de bodegas y ya existe una relevante oferta enoturística, es en la ruta de la Ribera Baja del Duero, en la Milla de Oro del Duero. La primera bodega y la más espectacular tecnológicamente, aunque fuera de la D.O., es Abadía Retuerta, a 3 km de Sardón de Duero, monasterio del siglo XII monumento nacional desde 1931, una finca de 700 hectáreas, 204 de viñedo y una bodega excepcional diseñada por Pascal Delbeck con 4.000 barricas y unos vinos excelentes de pago y autor elaborados por uno de los enólogos más prestigiosos, Ángel Anocíbar. A continuación Quinta Sardonia, excelentes vinos elaborados por Peter Sisseck y Jerôme Bougnaud en el límite de la D.O. y de Quintanilla de Onésimo, donde Peter Sisseck elabora sus Pingus, y comienza el óvalo que rodea al Duero, formado por la carretera N-122, pasando por Quintanilla de Arriba y Padilla de Duero, hasta Peñafiel y cruzando el Duero por Peñafiel y tomando la carretera VA-101, pasando por Pesquera de Duero, Valbuena de Duero, San Bernardo y Olivares de Duero, cruzamos el puente sobre el Duero retornando a Quintanilla de Onésimo. Cuarenta y dos bodegas en los municipios citados y entre las más relevantes y por orden en el trayecto citado, Arzuaga Navarro, con la oferta enoturística de más alto standing, restaurante y hotel de cinco estrellas junto a la carretera en la Finca La Planta con 150 hectáreas de viñedos y monte con caza mayor (actualmente construye balneario y amplía el hotel). Viña Mayor, del Grupo Acciona, Finca Villacreces y Hacienda Abascal, del Grupo Haciendas Durius, con hotel de cinco habitaciones, 17 hectáreas de viñedo y bodega en edificio de estilo land-art integrado en el medio natural. Tras pasar la emblemática Vega-Sicilia, seguida por su segunda marca Alión en término de Padilla y Teófilo Reyes ya en Peñafiel, dominio de Protos, y donde encontramos el excelente Hotel Convento Las Claras de los palentinos Mercedes Arroyo y Jesús Jiménez.Ya en la VA-101 pasamos por Pesquera de Duero con Alejandro Fernández y sus Tinto Pesquera, Emilio Moro y sus Malleolus. En el camino hacia Valbuena, Pagos del Jaro, Dehesa de los Canónigos y Hacienda Monasterio, 70 hectáreas de viñedo y bella bodega diseñada por Philippe Maziéres (diseñador de Viña Real de Cune) y donde oficia Peter Sisseck. Ya en Valbuena, Matarromera, punto de partida de Carlos Moro, agrónomo creador de Emina emina.es, en Olivares de Duero y muy cerca del Monasterio Santa Mª de Valbuena, con la más relevante oferta enoturística de la Ribera, en la bodega del mismo nombre con 15.000 m2 construidos que incluyen Centro de Interpretación del Vino y del Duero, con museo, jardín de variedades, restaurante La Espadaña de San Bernardo, casa rural Emina y destilería de aguardientes Eldor.

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